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29 may 2012

La mula, el transporte de plata en el altiplano minero colonial


Este animal estéril, y por tanto un bien perecedero, produjo grandes beneficios en sus lugares de cría, al ser indispensable en las minas del Alto Perú.


La mula es un animal de carga de paso seguro, no se desbarranca, soporta gran cantidad de peso a grandes alturas, tiene pezuñas pequeñas y más duras que la de un caballo, y una gran resistencia natural a enfermedades e insectos.
Para la extracción de la plata en lugares como el cerro Potosí, en el Alto Perú colonial, era el vehículo más adecuado para llevar de boca de mina hacia abajo, las cargas del mineral que los mitayos sacaban de la montaña. No existe ningún otro animal capaz de soportar ese trabajo, a 5000 metros de altura.

La mula es el animal de carga idóneo para caminos angostos a gran altura
Sólo tenía un inconveniente: es un animal híbrido, de padre burro y madre yegua. Al tener estructuras genéticas levemente diferentes, estas dos especies de animales engendran crías que no se pueden reproducir, son estériles. Por lo tanto, deben ser reemplazadas por nuevas mulas al fin de su ciclo de uso.


Este reemplazo era sin dudas garantizado, pues el trabajo agotador y peligroso, mantenía el número de animales disponibles siempre por debajo del número necesario.
En la estructura económica que se genera en la colonia derivada de la explotación minera, este inconveniente se aprovecha. Zonas ganaderas con buenos caballos, se dedican enteramente a producir mulas, porque estas son pagadas con monedas de plata acuñadas en la misma zona en que trabajarán, en Potosí.

Buenos aires aprovecha la demanda, y comienza a producir mulas
Tal es el caso de los alrededores del Buenos Aires colonial. Una vez extintas las vacas salvajes cercanas a la ciudad, sus pastos son aprovechados en esta nueva actividad, muy lucrativa y ventajosa, pues permite enviar un producto hasta las minas, y hacer intercambios en el camino de regreso, que rinden más ganancias aún. Crea el comienzo de una triangulación económica que generará riqueza en toda la época de la colonia.
Las mulas se engendraban a partir de yeguas jóvenes escogidas por su resistencia, fuerza y vitalidad. Se las encerraba a corral en su celo, y se le colocaba un caballo padrillo, llamado de tarja. Se lo llamaba así por tener su miembro pasado por un corte en su escroto, lo que no permitía la penetración en la hembra. El caballo, igualmente excitado, la cortejaba, y recibía coces y mordiscos en el proceso. Cuando la yegua ya estaba suficientemente alzada, se sacaba al padrillo de tarja y se metía en el corral a un burro, quien sí efectuaba la impregnación de la hembra.

Gauchos, de ida arrieros, y de vuelta, boyeros
Las mulas nacían y crecían en los excelentes pastizales naturales de alrededores de Buenos Aires, y a los diez meses, se formaba una tropa, que sería conducida lentamente hacia el norte. Se invernaba en campos situados en Salta, engordando las recuas para recuperarlas del viaje, y en la primavera, se las entraba al mercado del Potosí. Su paga creaba el primer paso para una serie de compras en el camino de vuelta de los arrieros, ahora carreteros, hasta comenzar otro ciclo.
Estos criollos, llamados gauchos, se perfilan como los característicos primeros pobladores hispanoparlantes de la pampa colonial. A diferencia de sus congéneres del norte y centro de la Argentina actual, aunque son étnicamente similares, adoptan costumbres extremadamente nómadas, y se hacen inseparables del caballo, a quien manejan con maestría, llegando a no aceptar realizar casi ninguna labor que no incluya a su monta.
Estos personajes se convertirán en un estorbo cuando el poder estatal y los terratenientes comiencen a esbozar un país con producción y precios competitivos a nivel exportador. Su forma de ser y actuar no se condice con el pensamiento capitalista del liberalismo, y son perseguidos desde mediados del siglo XIX hasta casi desaparecer, salvo como imagen mitificada en el folclore literario y musical de la región.

La producción mular desarrolló una gran región
La mula, así como su producción y cría, fueron el motor más importante de desarrollo y establecimiento de las primeras riquezas en la pampa cercana a Buenos Aires, y comienzan el despegue de la región en la ganadería, actividad económica que perdura hasta hoy, ya no con mulas, sino con bovinos de calidad para consumo.


Salutem, cives mundi.
Orlando Ampuero

El Cabildo en América, último baluarte del europeo libre


Los colonos en tierras salvajes se prerrogan el derecho a autogobernarse, estableciendo en América la antigua organización municipal castellana del Cabildo.

Su origen es oscuro y feudal. En la larga y terrible lucha llamada Reconquista de los reinos cristianos descendientes de visigodos, contra los reinos moros instalados en la península, desde el siglo VIII al XV, las fronteras nunca fueron fijas por muchos años.
La doctrina del vasallaje implica el usufructo de una extensión de tierra a cambio de servicio de guerra de un señor hacia su rey. Si el control de esa tierra no es garantizado, la manutención de los soldados del noble tampoco. Por tanto, la franja que denominaríamos “tierra de nadie”, no podía ser otorgada a la nobleza hasta su total control.



Originario del Imperio Romano
Utilizando principios de colonias fundadas durante el Imperio Romano, en zonas de situación similar, en lindes al moro y trasladándose cada poco tiempo, se ubicaban una serie de colonos no sujetos a la tierra, por tanto tampoco vasallos de ningún noble, que se dedicaban generalmente al pastoreo, y defendían sus bienes y familias en persona.
Este sacrificio generalmente era en vano, pues cuando la zona que habitaban quedaba libre de peligro, se otorgaba a algún señor, y ellos debían trasladarse hacia la nueva frontera. Pero a esta libertad bien cara, la hacían valer. Ellos establecen los primeros cabildos en la Península, con los cuales se autogobiernan fuera de toda influencia feudal.
Esos cabildos pierden autonomía cuando cae Granada, la última ciudad morisca de España, y todo el territorio se pacifica.
Sin embargo, se abre una nueva frontera, mucho más prometedora e incluso menos peligrosa: América.
Unos cuantos antiguos colonos de esas tierras de nadie cruzan el Atlántico en las primeras remesas de españoles que conquistarán y colonizarán el nuevo continente, llevando consigo esas ansias de no depender de señores feudales.
En cada poblamiento de América, el fundador nombra a cabildantes entre sus compañeros de aventura, y este grupo, ahora de vecinos, establece una administración y toma de decisiones en todo el territorio que rodea a la ciudad, a veces extensiones de cientos de kilómetros, hasta la jurisdicción de la ciudad más cercana.

El Cabildo representaba a la comunidad, no al Rey
Se autogeneraba, pues sus miembros salientes nombraban a su sucesor. Se los llamaba Regidores, con duración de un año su cargo.
La Corona nunca miró con buenos ojos la existencia de estas instituciones, y siempre abogó por su desaparición, creando Audiencias y minando las elecciones de los cargos. Los cabildos devolvían el guante cuando podían. Por ejemplo, en 1655, el Cabildo de Concepción sacó de su cargo al Gobernador Acuña y Cabrera, puesto por el Rey, por no manejar correctamente la guerra de Arauco, en la Capitanía General de Chile. El Rey se quejó, pero no volvió a ponerlo en su cargo.
En los Cabildos recaló y se concentró la aristocracia local que fue creciendo en cada zona, único grupo social capacitado para actuar políticamente. Y de aquí saldrían los primeros movimientos independentistas.

El cabildo, composición y toma de decisiones
Los Cabildos se encargaban del mantenimiento del centro urbano y sus gastos, servicios públicos, cárcel y policía de la ciudad.
Distribuía a vecinos las tierras vacantes, normalizaba la edificación, el estado de los caminos, controlaba los precios y calidad de los productos, imponía gravámenes, y mantenía el culto religioso.
Pero lo más importante: en ausencia de decisiones del Rey, por su lejanía, y ante urgencias, el Cabildo se atribuía algunas muy serias, como la de elegir gobernador, tomar algunas decisiones judiciales, o aún entrar en estado de guerra
Su composición estaba dada por dos Alcaldes ordinarios, que se turnaban en atender las consultas, como poder ejecutivo, un número variable de Regidores (seis o más), quienes discutían decisiones, como poder legislativo, y un pequeño número de funcionarios auxiliares, a cargo de responsabilidades rutinarias de la población. Éstos eran el Intendente, el Fiel Ejecutor, el Procurador, el Alférez Real, el Alguacil Mayor, el Escribano y el Depositario General.

Pérdida de jurisdicción e importancia
La burocracia real se va estableciendo en el continente, minando la jurisdicción y atribuciones de los cabildos. Cuando llegan al poder los Borbones, en el siglo XVIII, y se instala un gobierno centralista de estilo francés, se otorga verdadero poder a los virreyes, representantes directos de la Corona, quitándosele casi todo el poder a los gobiernos municipales.
Los Cabildos terminan siendo sólo organismos controlados por las oligarquías locales, que actúan en consonancia con los virreyes, interviniendo sólo en interés de sus miembros.

Conclusión
Siendo la primera institución política española establecida en América, el Cabildo estableció su jerarquía desde el comienzo, permitiendo el afianzamiento y crecimiento de poblaciones totalmente aisladas unas de otras.
Esto es así hasta que su poder cede totalmente con el advenimiento de las Reformas Borbónicas, fisiocracia y centralismo mediante, casi a fines del siglo XVIII.


Salutem, cives mundi.
Orlando Ampuero

Comercio exterior colonial. Monopolio y contrabando


La Corona española establece el sistema de Monopolio en sus colonias, en el afán de evitar filtraciones al caudal de oro y plata destinados a sus arcas.

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El Mercantilismo, doctrina económica aparecida en Europa y extendida a partir del siglo XVII, establece básicamente que la riqueza de un país se basa en el oro que acumula. España (al igual que otros países europeos) impone a sus colonias, para asegurar este principio, el sistema de Monopolio. Todo súbdito colonial tiene que comerciar obligatoriamente con España, en los lugares, momentos y precios que los representantes de la Corona impongan.

El monopolio es una herencia a nivel estatal del comercio medieval
Este sistema no es ni más ni menos que una extensión a nivel planetario de la antigua regla de los gremios feudales: el control del precio siempre está dado por el control del stock ofrecido.
La restricción de la oferta funciona como moderador de los precios en una sociedad poco monetizada, en donde los poderosos (léase nobleza) intentan controlarlos al bajar el circulante. Cuando todos los integrantes de una sociedad tienen acceso al dinero, la competencia por los bienes escasos genera inflación.


Esta inflación se acrecienta, en el caso de una economía respaldada por metal acuñado, cuando la cantidad de circulante aumenta más rápido que los bienes de consumo producidos.
Tal fue el caso de la economía española durante la etapa colonial.
Pero la inflación que se produce a lo largo del tiempo, provoca que los artículos de contrabando sean mucho más baratos y tentadores para los americanos.

Establecimiento y control del sistema de monopolio
La Corona crea en 1503 la Casa de Contratación de Sevilla, organismo que vigilaba la producción y circulación de los metales preciosos y el intercambio de productos entre América y España. Como el crecimiento de las colonias siempre fue más rápido que la capacidad de hacerle llegar los productos necesarios, se dio en toda su historia la existencia del contrabando, entendido éste como el comercio con representantes de cualquier otro país (incluso otra colonia española)
Algunos ejemplos de contrabando conocidos
El contrabando siempre fue mal visto por la autoridad, pero se lo disfrazaba de muchas formas. Técnicamente, la entrada de esclavos en la América hispana era contrabando, pero se llevaba a cabo por una dispensa llamada Asiento. El Asiento consistía en el permiso otorgado a una empresa que monopolizaba una entrega de mercancía en particular.
En el caso de España, no estaba permitido que un súbdito de su corona capturara o traficara esclavos, pero no se prohibía su propiedad, por lo tanto el sistema monopólico debía permitir entrar y vender los esclavos en puertos coloniales por medio de extranjeros.
Los “asientos de negros” fueron cedidos a genoveses en 1516, y luego a portugueses hasta 1640. Luego los suplen los neerlandeses hasta 1695, se le pasa a una empresa francesa, y a partir de 1713 en adelante, como resultado del Tratado de Paz de Utretch, se otorga el asiento a la inglesa South Sea Company.
En el contrato también figuraba el traslado de las mercancías necesarias para abastecer a los esclavos en los puertos, pero casi siempre se reemplazaba esa carga con bienes de lujo, que entraban así por contrabando.
Respecto a la salida, se sabe como ejemplo, que los barcos negreros vacíos solicitaban permiso para recargar a su salida material para lastre. En el caso del puerto de Buenos Aires, estos barcos eran “lastrados” con cueros hasta sus topes.
Hacia principios del siglo XVIII, y ya con las reglamentaciones totalmente elastizadas, el contrabando permite crear la industria del saladero, primer aprovechamiento masivo de la carne de mala calidad resultado de las matanzas de vacas semi-salvajes por su cuero. La carne secada como tasajo, a granel, se cargaba en barcos que la transportaban a las facendas pobladas de manos de obra esclava del Brasil, como comida para ellos, muy barata pero en grandes cantidades.

Evolución de las doctrinas económicas, y su influencia política
A comienzos del siglo XVIII se establece en Europa la Fisiocracia, doctrina económica que reemplaza al Mercantilismo, y que afirma que la verdadera riqueza es la propiedad de la tierra. Esto provoca cambios en la forma de pensar en la clase dominante y política americana, y si bien la Metrópoli todavía se aferra al monopolio, sus restricciones a los largo del siglo bajan muchísimo. El pensamiento fisiocrático vela por el desarrollo de las propiedades, no tanto por la acumulación de metales preciosos. Se comienza a permitir el comercio internacional a muchos más puertos, dejan de controlarse los precios, y la persecución al contrabando se hace aún más elástica.
El golpe final al Mercantilismo lo da el pensamiento de Librecambismo, en los primeros años del siglo XIX. Es la doctrina por la cual se permite la competencia de precios, la producción en masa para bajarlos, y la libertad personal de elección de compra-venta, llamado inmediatamente Capitalismo. Por supuesto, avalado sobre todo por Inglaterra, país que al haber entrado en su Revolución Industrial, era quien estaba mejor ubicado para competir en precio y cantidad de producción. Se suma a esta coyuntura, la conquista de España realizada por Napoleón, que impide una reacción a esta doctrina revolucionaria a las verdaderas autoridades políticas españolas.
Esta situación va a ser el comienzo de los movimientos independentistas de toda América.

Conclusión
El mercantilismo no es un invento de España, ni mucho menos. Se siente como una opresión en América, y no tanto en otras colonias europeas, por el simple hecho de la desproporción que existe entre lo que se podía mandar y lo que se necesitaba.
Se debe tener en cuenta que el resto de las potencias europeas colonialistas no aplicaron la política de España, de poblar todo un continente. Simplemente se limitaban al control de factorías costeras o zonas autosuficientes, que producían un excedente comercializable, sin grandes costes de infraestructura.
España elige europeizar a América, pero el esfuerzo necesario es tan grande, que su intento queda trunco.


Salutem, cives mundi.
Orlando Ampuero

Evolución del mercado interno colonial americano


La planificación del crecimiento y orden colonial planteada por la Corona española en América, fue de corta duración. La minería transformó todo en un caos.

Desde la Metrópoli se establece al principio de la colonia un orden sensato y con miras a un crecimiento lento pero prolijo de la sociedad española americana, desde su punto de vista.
Se trataba sobre todo, de un aggiornamiento de los sistemas de trabajo y propiedad que Europa había vivido en los anteriores cientos de años, de tipo feudal.
La propiedad dependería del servicio continuado de los colonos, y el vasallaje estaría dado por los indígenas, con sus labores y servicios.
Según el pensamiento que traían los conquistadores, la principal riqueza era la propiedad de la tierra.




Organización primigenia de las Indias Occidentales
Éste fue el primer choque cultural que sufrieron los colonizadores, pues grandes extensiones carecían de valor si no tenían mejoras y población que las hiciera producir.
Debido a esto es que en casi todo el territorio americano, el trabajo indígena se estructura en encomiendas, con servicios de mita para acciones específicas. En unos pocos lugares, muy pacíficos y con organización social estable, se incluye el yanaconazgo, y en zonas como el Paraguay, donde los indios se someten a voluntad y gratuitamente, se establecen reducciones.
Primero, la propiedad de la tierra se obtuvo por donación de la Corona, luego por compra, pero sólo lo podían hacer los conquistadores, los pobladores, los beneméritos de las Indias y sus descendientes.
Siguiendo la estructura de pensamiento feudal, en regiones como Buenos Aires y el litoral de los ríos Paraná-Del Plata, se establecen zonas comunitarias de pastoreo, administradas por los Cabildos, y de uso gratuito. En Salta surgen Marquesados (como el de Yaví), pues hay en cercanías tribus belicosas.
En lugares como Cuyo, se hace conveniente repartir más a los indígenas que la tierra, por lo cual no se dan casos de latifundios. Y por último, quedan en las zonas limítrofes a tribus salvajes, territorios militarizados llamados Capitanías, cuyo objetivo era defender a los pobladores y reducir a los indígenas a la Corona.

Aparece la minería como principal actividad de desarrollo
Todo se encontraba previsto para un crecimiento armonioso de cada zona, en concordancia con el resto, hasta el desarrollo de la minería.
La conjunción del descubrimiento de inmensos yacimientos de plata en zonas de Nueva Granada (México) y el Alto Perú (hoy Bolivia), unido a la técnica del tratamiento con azogue en 1560, y la disponibilidad de mano de obra mitaya para la explotación, cambia el orden y el ritmo de toda la colonia.
La explicación básica es económica. Europa necesitaba metales preciosos para remonetarizarse luego de un milenio de trueque, para comerciar internamente y al exterior con otras potencias continentales. En esta coyuntura, la plata se encontraba sobrevaluada respecto del oro, en 10 a 1, durante el siglo XVI. Dio pie al establecimiento de una costosa infraestructura de extracción minera, la mayor hasta esa época.
Esto produjo un mercado interno en las colonias prácticamente destinado a satisfacer en primer lugar los centros mineros, y si quedaba margen, otras zonas. Dio lugar a que grandes áreas de Sudamérica y Centroamérica quedaran discriminadas o poco atendidas.
La América colonial española necesitaba autoabastecerse, además de enviar minerales valiosos a España. Se desarrollan así industrias tales como la cría de mulas en Buenos Aires y la invernada de ellas en su paso al Alto Perú en Salta, por su importancia en el traslado de cargas a gran altura.
Debido a su proximidad relativa de los centros mineros, en el norte del actual territorio argentino se desarrollaron producciones como cereales, ganados, tejidos de lana y algodón en el Tucumán, harina y vestimenta en Córdoba, también ropas y jabón en Santiago del Estero, vino y aguardiente en La Rioja, y muchas cosas más. Todo era pagado con plata certificada por la Casa de Moneda de Potosí, lo cual interesaba mucho, pues era una moneda de curso legal en todo el Imperio y el mundo, y permitía comprar los pocos productos que no podían fabricarse en América, tanto a España, en comercio legal, como de otros países, aprovechando el contrabando.

La economía deja su equilibrio, crece en distintos niveles y regiones
Es por todo esto, que la economía crece durante la colonia, en varios niveles. En el consumo diario, se continúa durante bastante tiempo con el intercambio de servicios o trabajo servil, tanto de indígenas como de esclavos, que abastecen a sus encargados de los productos locales casi sin costo. Además, se continúa con el usufructo de propiedades comunales, impuestos nulos hasta casi terminar el siglo XVIII para blancos y criollos, y la continuación de la caza, recolección y pesca de consumo familiar sin restricciones.
A nivel regional, se mantiene el trueque, creándose rutas de intercambio de excedentes locales, aprovechando los envíos de productos a los centros mineros, y completando de esa manera, las necesidades de consumo de las poblaciones. Quien poseyera una tropa de carretas, tenía la riqueza asegurada.
Por último, y a escala continental y mundial, se encontraba el intercambio de productos por moneda metálica en los centros mineros, que ingresaba al mercado para la compra de bienes no americanos, tanto de la Metrópoli como del contrabando.



Conclusión
La perfecta armonía de las partes y el lento pero parejo crecimiento planificado en un principio desde la Corona española para sus posesiones en América, fue avasallado por la explotación minera, quien desarrolló necesidades voraces de productos que no podía producir por sí misma. A ese desarrollo equilibrado y autónomo de tipo feudal originariamente previsto, lo supera rápidamente una economía moderna, capitalista y especializada, desequilibrada a favor del sector minero y la exportación a Europa.
Durante todo el periodo colonial, todos los modos de producción e intercambio conviven entre sí, en un nudo de relaciones muy complejas y variadas.


Salutem, cives mundi.
Orlando Ampuero

El azogue de Almadén, elegir entre la galera o la Crujía


Las consecuencias del contacto con el mercurio son tan terribles, que sólo trabajaban en estas minas los reos a trabajos forzados y esclavos desobedientes.

Nueva Cárcel de Almadén, llamada Crujía - Permiso de J.P. García de la Barrera Castellanos
En la colonia americana, solía usarse la frase “sin azogue no hay plata”, para indicar que todo tiene su precio. El azogue, nombre dado por los españoles al mercurio extraído del cinabrio, era absolutamente esencial para la transformación de la plata, de un material terroso y deslucido al metal precioso que se asocia con su nombre.


Tanto es así, que para controlar la producción de plata metálica, la Corona sólo necesitaba contabilizar el azogue que enviaba.
Si bien en1564 se descubre en Huancavélica un yacimiento de mercurio, que va a enviar remesas continuas al Alto Perú, una parte para allí y la totalidad de lo necesitado en México (Nueva España), se llevó siempre desde la ciudad de Almadén, en la actual Comunidad Autónoma de Castilla-La Mancha.
Las minas de Almadén eran explotadas por la familia Fugger, banqueros de Habsburgo, por concesión de Carlos V a cambio de deudas de la Corona Española.

La Crujía, cárcel de Almadén
Desde 1559 en adelante, la falta de mano de obra en las minas de azogue, para mantener el volumen de producción necesaria concertada en los arriendos entre la Corona y los Fugger, comienza a suplirse con reos condenados a trabajos forzados. Hasta ese momento se los había destinado sólo al trabajo de remeros de galeras, pero se les agrega a partir de esta fecha una nueva modalidad de castigo.
Se los enviaba desde la cárcel de Toledo, constatándose unos 60 a 80 presentes en 1623, junto con similar cantidad de esclavos castigados.
Para entonces, la presencia de trabajadores libres era ya casi nula en las minas, puesto que se conocía su peligrosidad aunque no su causa, y además tenían salarios más altos.
A mediados del siglo XVI, se establece una enfermería, una botica, se contratan un médico y un barbero, quienes se ocupan de las necesidades de los forzados.
Recién hacia 1754 se termina de construir la llamada Nueva Cárcel de Almadén, que se utilizará para ese fin hasta 1799, año en que el Rey dispone el final de las penas de este tipo.
El significado de la cárcel en Almadén fue importante sobre todo para el impulso que le dio en los trabajos en la mina ya que se llegaron a utilizar hasta doscientos esclavos cuando la falta de mano de obra apremiaba.

Trabajo peligroso. El mercurio no perdona
Los forzados morían, pero no se sabía por qué. Era el mismo mercurio.
Es un metal pesado, que el organismo no puede eliminar por orina, depositándose en los riñones. Se evapora a 20º centígrados, y sus vapores son absorbidos por la respiración de las personas cercanas a él. Una vez en la boca, esos vapores reaccionan químicamente con componentes de substancias que contienen los cítricos, el tabaco, distintas comidas y bebidas calientes, empastes de oro, entre otros elementos cotidianos, incluso para la época referida.
Se absorbe principalmente por debajo de la lengua, la parte interna de las mejillas y a través de los pulmones por inhalación. Una vez que pasa al torrente sanguíneo la asimilación es rápida y ya en las células puede dañar otros tejidos. El metilmercurio es oxidado por el organismo transformándose en una forma ionizada de mercurio orgánico, más tóxico que el metálico. Éste es capaz de penetrar en las células modificando y destruyendo su estructura, incluso la del ADN, transformándose en un mal genéticamente transmisible. Así también, algunos hongos, virus y bacterias pueden proliferar con facilidad gracias al debilitamiento del sistema inmunitario, y hacer que las afecciones acaben siendo crónicas.

Conclusión
La necesidad de plata de la Corona Española, trajo a la fama a Almadén, un pequeño pueblo sin conexión aparente con América, pero fundamental para su economía. Lamentablemente, que esto pasara llevó un coste de vidas humanas muy alto, por problemas ignorados de intoxicación en España, y problemas de otra índole en América.


Salutem, cives mundi.
Orlando Ampuero

Explotación de plata y mita minera en el Alto Perú colonial


La plata metálica fue en vida del Imperio Español la sangre necesaria para funcionar. En escala, esta situación se repite en cada región minera colonial.
Según Bernardo Veksler, "En los primeros 150 años de conquista, 17 mil toneladas de plata y unas 200 toneladas de oro arribaron a España” (2006).


Los yacimientos de plata descubiertos en el Cerro Potosí y en Nueva España fueron una bendición para el Imperio Español al principio, y una maldición después. Provocó una espiral ascendente de inflación que llevó a la Metrópoli a la bancarrota absoluta, teniendo a su disposición riquezas gigantescas. Provocaron el no despegue de las industrias manufactureras en la península, pues era más barato comprarlo todo del exterior. Esta modalidad creaba un torrente de dinero que salía de España, y se depositaba en Inglaterra, los Países Bajos, Francia en menor medida, y otros países.
En Sudamérica, específicamente el Cerro San Luis Potosí, en el Alto Perú, se encontraba en una zona no apta para mantener la población necesaria para la explotación del mineral, por lo que muchas de sus necesidades se cubrían llevando los productos desde otro lugar. Tal como sucede en este periodo a nivel mundial, se crea una inflación artificial escandalosa, puesto que comprar cualquier cosa en la región, costaba entre ocho y veinte veces más de lo normal. No importaba, pues se pagaba con plata.

Trabajadores mitayos y trabajadores libres
Al comienzo de la explotación española (1545 en San Luis Potosí, que ya era explotada en la época incaica), se establece como método de mano de obra la mita. Los mitayos extraídos de encomiendas de la zona se sorteaban periódicamente para trabajar durante un periodo determinado mediante el pago de un salario controlado por las autoridades. Los encomenderos deducían de los jornales la cantidad que los indios debían pagar como tributo, y una mínima parte quedaba para ellos. La mita en esta zona se fijó en diez meses por año.
Las necesidades de mano de obra de los dueños de minas siempre fue mayor que el aporte de mitayos, y esto se reflejó en la aceptación como empleados a indios escapados de sus encargados, que eliminaban intermediarios, trabajando codo a codo con los mitayos oficiales. Este tipo de relaciones laborales determinó la paulatina desaparición de los sistemas de trabajo originarios de la conquista.

Cómo se extraía y controlaba el mineral
La plata que se extrae de la mina tiene una apariencia terrosa, sin brillo y se desmenuza fácilmente. Necesita formar una amalgama con cinabrio transformado en mercurio, llamado azogue por los españoles, y de esa emulsión se llega al metal de plata sólido y extremadamente maleable que conocemos comercialmente. Si bien existían pequeños yacimientos de azogue en Perú, la mayoría se llevaba desde las minas de Almadén, en la provincia de Castilla-La Mancha. La corona controlaba estrictamente la cantidad de mercurio que ingresaba a las colonias, calculando así la producción de plata y evitando robos de los mineros. El mineral se muele, se mezcla con el mercurio, se funde y moldea en lingotes, avalados por la Corona.
En la Villa de Potosí, se establece una casa de moneda, quien se encargará de ese aval, y también de la acuñación del dinero circulante en América, y a mediados del siglo XVIII, en todo el Imperio.

Los que viven de esta producción no están todos cerca
La Villa Rica de Potosí crece de 170 habitantes en 1546, a 160.000 en 1610, una población igual a la de París en ese momento. Este caos de crecimiento, tanto de habitantes como de precios, convoca a muchos comerciantes cercanos y lejanos, ya que negociar con Potosí era llevarse dinero acuñado oficial, que permitía cualquier compra en todos lados.
Tal es el caso del mercado de mulas. Las mulas eran esenciales para el transporte a gran altura del mineral de plata, pues son animales adaptados para eso. Como la mula es un híbrido, mezcla de yegua y burro, no tiene la capacidad de reproducirse, por lo que es un bien perecedero. Gracias a esto, zonas tan lejanas de Potosí, como la campiña de Buenos Aires, desarrolló una industria con la generación y cría de este animal, que vitalizó todo el camino hasta llegar a las minas, tomando forma una triangulación económica de aprovechamiento de fletes, que durará dos siglos, desde el 1600 a 1810.

Conclusión
El reino de España fue dependiendo cada vez más de la plata y en menor medida del oro americano, hasta llegar prácticamente a no poder sobrevivir sin el mismo. Su reemplazo, por la caída de la producción minera y las guerras de Independencia, con otros recursos, fue extremadamente lenta y comparativamente inferior su resultado. Las regiones circundantes a las minas de plata se comportaron de la misma forma. Las economías regionales tuvieron que partir de cero cuando se cortan las relaciones por cuestiones bélicas, y se vieron obligadas a cambiar los productos y los circuitos comerciales que habían existido por cientos de años.


Salutem, cives mundi.
Orlando Ampuero

Encomienda, mita y yanaconazgo, trabajo a cambio de salvación


Sin llegar al esclavismo, los conquistadores y primeros colonos europeos de América hispana, lograron la mano de obra que necesitaban para sus labores.

Cuando los primeros españoles se hicieron cargo de los territorios coloniales de América, se vieron obligados a establecer varios tipos de organización de trabajo y servicios, ya sea por cuestiones de interés por los recursos, y en algunos casos, por la mera necesidad de supervivencia.
La mano de obra era un capital fundamental para cualquier industria que intentara crear bienestar o riqueza en la colonia, y su movilidad y mortalidad inmediatamente preocupó a los pocos europeos que la habitaban, ya que la economía original era desmonetarizada. Los productos se intercambiaban por trueque o servicios.

Justificación religiosa y política
Se editaron toda una serie de bulas papales (Inter Caetera, Dudum Siquidem, Eximiae Devotionis, Universalis Eclesiae, Romanus Pontifex, Omnimoda y Sublimis Deus, publicadas durante los papados de Alejandro VI, Julio II y Adriano VI) a partir de 1493, que establecían la obligación, amparada por los reyes Católicos y sus sucesores, de introducir a los indígenas al Catolicismo.


A cambio de esto, el Papa autorizaba a los Reyes de España y Portugal a controlar la propiedad de las tierras colonizadas.

Reducciones y Doctrina
Un sistema que se adopta es el de Reducciones a cargo de monjes, en donde se organiza el autosostén de su población.
Más numeroso y extendido, es el sistema conocido como Doctrina, en que se formaliza el compromiso del conquistador o colonizador para evangelizar a las masas indígenas a su cargo, generalmente a cargo de monjes de alguna orden menor, establecidos en conventos de la zona (los niños recibían enseñanzas religiosas todos los días, y los adultos tres veces por semana), a quienes el mismo colono mantiene.
Así la cosa, se adoptan sistemas de intercambio de trabajo aptos para cada situación de las que se presentan en la nueva economía descubierta. Los indígenas formaban la mano de obra de las encomiendas, las mitas y los yanaconazgos.

Mita, Yanaconazgo y Encomienda
La mita es un servicio público de carácter obligatorio, en donde el Corregidor destina mano de obra para trabajar un periodo determinado en alguna actividad, generalmente en labores temporarias o para zonas con poca población autóctona. Se utilizaba mucho en la minería, los obrajes y las actividades agrícolas puntuales, como la siembra o cosecha. Cuando se terminaba el plazo o la labor, el indígena regresaba a su vida cotidiana.
El yanaconazgo tiene similares características, pero en realidad no resulta así. El responsable de una determinada cantidad de mano de obra destinada a una actividad es el cacique, quien cubre una cuota de trabajadores a cambio de un pago. En un principio, esto funciona, pero la mortandad y los indios escapados de su cacique, provoca injusticias con los que quedan, y generalmente deriva en revueltas internas en las poblaciones.
La encomienda es la repartición más generalizada en la colonia hispana. Se aplica a latifundios que contienen población propia, donde se llevan a cabo actividades variadas pero continuas. Los nativos de una propiedad son encomendados a su encargado (a cargo de tierras del rey o propietario), y éste aplica el sistema de doctrina.

Se dejan de lado las reparticiones por ser no aplicables en relativamente poco tiempo
El sistema funcionó sólo poco menos de cien años, debido a muchos factores. La población europea creció de manera tal que no quedó extensión de tierra con habitantes nativos para repartir, quedando ya establecidas las fronteras con las tribus belicosas. La población comenzó a concentrarse en centros urbanos, y muchas de las actividades no necesitaban los sistemas de repartición. Por otro lado, los nativos sufrieron una caída demográfica tan grande, que en muchas regiones de las colonias debieron ser reemplazados por mano de obra esclava, comprada a traficantes que la traían del África Subsahariana. Esta baja de población nativa se da por enfermedades, excesos en los castigos y trabajos, enfermedades laborales, adopción de vicios europeos, y una pronunciada baja de la natalidad.
Una de las explicaciones de esta última causa, es la aparición de una nueva figura jurídica: el mestizo o criollo. Si bien visto por la sociedad colonial blanca con atisbos de discriminación, gozó de nulas cargas fiscales hasta fines del siglo XVIII, lo que provocó un crecimiento, por conveniencia, de su cantidad en todo Latinoamérica.
Por último, la encomienda, mita y yanaconazgo dejan de existir antes de su desaparición oficial, en los primeros años de las Independencias. La razón final es que los indígenas elegían escapar de sus encomenderos o caciques, y vagar como indios libres, con la posibilidad hasta de recibir sueldos en lugares desesperadamente necesitados de mano de obra. Tal es el caso de los indígenas escapados que trabajaban en las minas, sobre todo en Cerro Rico de Potosí, en el Alto Perú.

Conclusión
Si bien los sistemas de repartición de mano de obra dieron resultado para los primeros europeos, su uso descuidado y excesivo provocó en poco menos de un siglo su acelerada desaparición como sistema de organización social, y hubo de ser reemplazado por una mezcla de otros sistemas, con indios y mestizos trabajadores libres, a la par de blancos pobres, y esclavos negros. El resultado, sumando las inmigraciones europeas posteriores, es la América que conocemos.


Salutem, cives mundi.
Orlando Ampuero